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Aspirantes a precandidatos del PAN Eduardo Martínez Benavente Enero 20, 2008.
Uno de los capítulos a los que habrá que dedicarle especial atención en la próxima reforma electoral del Estado será el que se refiere a las precampañas electorales, si es que queremos evitar que la rivalidad de los grupos panistas hunda a los potosinos con sus desavenencias por su incontrolable apetito por hacerse del poder. Las incursiones fuera de tiempo de los aspirantes del Partido Acción Nacional para convertirse en precandidatos a la gubernatura del Estado por ese partido están abrumando al electorado, a tal grado, que con más de un año de anticipación al registro e inicio oficial de las precampañas estamos padeciendo la intensidad de sus luchas intestinas. Las precampañas locales tendrán que coincidir con los tiempos que marcan las federales, una vez que se adecue la legislación potosina a la federal, las que de acuerdo a esta normatividad darán inicio en la cuarta semana de enero del 2009, y no podrán durar más de 40 días. Los panistas nos están involucrando al resto de los potosinos en sus pirotecnias políticas; cuando el tema de sus precampañas debería ser un asunto sólo de la incumbencia de los afiliados a ese partido; pero como están en el poder, marcan el ritmo y los tiempos electorales, aún cuando la fase de las precampañas está muy lejos de que se inicie. Afortunadamente cada vez son menos los ingenuos que le dan credibilidad a las poses y estrategias con las que Jorge Lozano, Alejandro Zapata, Eugenio Govea y Francisco Javier Salazar pretenden posesionarse ante el electorado como la mejor opción para gobernar a los potosinos, la que vendrá a solucionar los problemas de la entidad. Aspirantes a los que nunca hemos visto abanderar y defender causas populares, o denunciar los excesos del gobierno. El primero y tercero antes mencionados, como diría el panista Ramón Zamanillo no son nada fuera de la política, no saben hacer nada. Ahora entendemos la angustia del gobernador Marcelo de los Santos por la sucesión gubernamental, ninguno de los aspirantes que se exhibe para reemplazarlo es de su agrado; el primero lo tiene profundamente decepcionado, nunca se imaginó tanta limitación y torpeza. Su principal cualidad, la honestidad que lo caracterizaba, se vino a los suelos con las revelaciones de su ex oficial mayor, el también panista Miguel Maza; al segundo le tiene una especial animadversión, lo considera demasiado pequeño para gobernar al Estado, además de que su gente se ha dedicado a despotricar contra sus hijos y amagar que los meterá a la cárcel cuando Alejandro llegue a la gubernatura. Su protagonismo como legislador lo ha llevado a ser vituperado unánimemente por los principales articulistas del país, por su iniciativa para reglamentar el derecho de réplica; pero por lo menos se le ve empeño por salir de la mediocridad que caracteriza a los senadores; al tercero, lo considera un naco que no encajaría en el círculo de sus amistades e intereses, aunque le reconoce que gracias a él, le ganó a Zapata en la contienda interna del PAN en el 2003. Su papel en el Senado ha sido de lo más gris e intrascendente. A Marcelo le gustaría dejarles a sus amigos un heredero que los atendiera y protegiera, y que le tuviera a él todo tipo de consideraciones. Que lo consultara en los asuntos delicados del Estado. Que lo reconociera como un gobernador que transformó a San Luis con su obra pública, y sobre todo que no le cuestionara ninguno de sus gastos y excesos. Al parecer, Paco Salazar, el “modesto” ex secretario del Trabajo en la administración foxista, como se exhibe en la entrevista que apareció publicada en Pulso el viernes pasado, es el que está mejor preparado de ese cuarteto para gobernar el Estado, es el que más se acerca y entiende las pretensiones del gobernador, y tan es así, que se ha dedicado a granjear sus simpatías con los desbordados reconocimientos que ha hecho de su persona, quien asegura, que está calificado como el mejor mandatario del país; lo que le puede ser de gran ayuda porque sus bases panistas son demasiado enclenques como para ganar la nominación de su partido. En 1997 compitió para ser candidato a gobernador del Estado por Acción Nacional, no le fue mal, obtuvo unos votos menos que Marcelo. Su propuesta, de que en esta ocasión el candidato del PAN pueda ser electo en una elección abierta a toda la ciudadanía le abriría las posibilidades de superar a sus contrincantes, porque sabe que la mayoría de los panistas está identificado con grupos políticos que no son los de él. Hasta que se haga justicia, sobre Salazar seguirá pesando el fantasma de los mineros muertos en Pasta de Conchos, por las condiciones de inseguridad que toleró la Secretaría a su cargo para que operara la mina. Los aspirantes panistas creen que el PAN tiene escriturada la gubernatura del Estado, y su soberbia les dicta que el que gane la elección interna del partido se convertirá en el próximo gobernador del Estado, es más, que bien nos podríamos ahorrar la contienda electoral porque tienen seguro el triunfo; sin embargo, no han valorado el incalculable costo político que representará para ese partido, los fenómenos de inseguridad y violencia que se han desatado en el Estado, así como la desatención a los programas sociales para reducir los índices de pobreza y la falta de oportunidades que padecen la mayoría de los potosinos, sobre todo los del interior del Estado. La única vía que tiene la oposición al PAN para competir con posibilidades de ganar la elección en el 2009 es presentar a un candidato único a la gubernatura que garantice una reforma de Estado, pero primero habría que presentar un programa de gobierno con un enfoque social que permita mejorar los niveles de vida de la mayoría de los potosinos, un programa de inversiones y obra pública prioritaria, y sacar del ostracismo a la población indígena, pero sobre todo se necesita enseñar un plan que frene la inseguridad en el Estado; después, habría que buscar al mejor hombre o mujer para que lo ejecute.
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