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El curro de La Lonja contra el rancherito de San Ciro Eduardo Martínez Benavente Diciembre 7, 2008.
Del acarreo masivo de electores panistas a las 110 urnas que se instalarán este domingo en las 58 cabeceras municipales depende la victoria del que será el candidato de Acción Nacional a la gubernatura del estado. Todo indica que en esta operación el equipo de Alejandro Zapata tendrá mejores resultados que los responsables de mover a los simpatizantes de Eugenio Govea, pues el primero cuenta con los recursos y organización de por lo menos 24 presidentes municipales, 19 diputados y cientos de burócratas que lo apoyan, lo que le permitirá llevar a votar a un mayor número de miembros activos y adherentes de ese partido que los que puede acarrear su rival. Su triunfo depende del éxito de la movilización. Los dos tendrán que gratificar a muchas de estas personas por permitir que los desplacen de sus hogares a los centros de votación, previo compromiso de votar por el candidato que los transporta. Son los vicios que heredamos del PRI, y que tan buenos resultados le dieron a ese partido. Está más que comprobado que “con dinero baila el perro”, y el dinero es lo que les sobra a los dos para manipular voluntades. Ambos han violentado una y otra vez la Ley Electoral y los acuerdos del Consejo Estatal Electoral que fijó un millón 300 mil pesos como tope de gastos de precampaña. Son millones de pesos los que Zapata ha recibido de amigos, y de proveedores y contratistas del gobierno que “invierten” en un proyecto que creen que les garantiza próximas y sustanciosas ganancias. Es tanto lo que se ha “dejado querer”, y tantos los compromisos que ha adquirido, que no podrá cumplir las expectativas de sus patrocinadores. Con muchos quedará mal. Las críticas y quejas no se harán esperar. Contra lo que muchos especulaban, y sobre todo aquellos zapatistas que acusan a Govea de estar financiado por el narcotráfico, a la precampaña de Zapata se le ha visto derrochar más recursos que el dispendio que ha hecho el “Rancherito de San Ciro”. Ya se le olvidaron a Zapata aquellos días en los que su partido era real oposición, y él como encargado de cuidar la legalidad de los procesos electorales denunciaba los fraudes y excesos que les cometían, ahora, él es el que los perpetra. Del otro precandidato, ni hablar, nunca creímos que se comportaría limpiamente. Sus antecedentes políticos no registran esos valores. Por lo pronto, en la capital del estado y zonas aledañas, cientos de taxistas se aprestan a movilizar al electorado que simpatiza con el precandidato pachangero, al que Govea ha calificado de “currito”. Los árbitros de la contienda, Antonio Herrán, del PAN y Rodolfo Aguilar del CEE, no se atreven a sancionarlos, ni siquiera a advertirles que su registro peligra; el primero le tiene una especial animadversión al de la zona media, hace 6 años le ganó la presidencia del partido, y eso que toda la elite panista que ahora impulsa a Zapata apoyó su candidatura. Nadie daba un cinco por él, y los derrotó. No se lo perdonan. Al segundo, sólo le interesa que lo ratifiquen en su cargo, y lo último que haría, sería agraviar a un precandidato como Zapata que presume tener el control de la mayoría de los diputados panistas, a los que necesita para que lo confirmen por otros cuatro años. El partido es el que debió organizar el transporte de los miles de electores que viven alejados de los lugares en los que se recibirá la votación, y prohibir que los grupos que apoyan a los precandidatos se hicieran cargo de su traslado. A Eugenio Govea lo han traicionado un buen número de funcionarios que en un principio estaban con él, y que ahora apoyan a Zapata. La cargada a favor de esta candidatura es arrolladora. Un ejemplo de lo anterior es el presidente municipal de Soledad; otro, el diputado Juan Pablo Escobar, al que Govea “hizo gente”, y lo introdujo en las ligas mayores del partido. Es previsible la participación de unos 35 mil electores, la mitad del padrón panista, así como la derrota, 3 a 1 de Eugenio Govea en la capital del estado. En el resto de la entidad los resultados serán más parejos: 2 a 1 a favor de Zapata, tan es así, que el mismo Govea prevé su derrota al abandonar esta plaza y concentrar sus esfuerzos en los municipios del interior del estado, en los que se presenta como un “orgulloso rancherito” que impulsará programas para el campo; y en una temerosa crítica a la administración de Marcelo de los Santos -quien parece no haber intervenido en la contienda pues considera que los dos son demasiado inmaduros e insignificantes como para gobernar al estado- advierte que a los de la capital ya les fue muy bien, que cuentan con muchos puentes, museos, luces y comodidades, y que ahora les toca a los potosinos de los municipios que están tan descuidados. A los curros de San Luís les aterra imaginarse que una persona como Govea llegue a gobernarlos, lo consideran un naco, no lo conocen y menos se identifican con él. El mismo Govea se ha encargado de marcar y pregonar las diferencias sociales que cree que tiene con el otro precandidato. Las oligarquías potosinas necesitan a alguien como Alejandro Zapata, que asista a sus fiestas, les cancele multas, les solucione problemas de barandilla; y por supuesto, los saque de conflictos de mayor envergadura, como auditorías y órdenes de aprehensión. Zapata también juega con la gente de los municipios al ofrecerles que ahora les toca su turno para ser atendidos, y que en su listado de prioridades está el campo, pero el campo de golf. La historia se repite, y hoy, como hace 6 años, pero con diferentes victimas y victimarios, Eugenio Govea amaga con demandar la nulidad de la elección por inequitativa y por el uso ilegal de recursos públicos a favor de su contrincante, tal como en su momento lo hizo Zapata. En esta ocasión tampoco ocurrirá nada, aunque conociendo a Govea, su silencio y disciplina le permitirán negociar un buen número de empleos y puestos de elección popular para sus amigos y allegados, y por qué no, la devolución de lo que gastó en su campaña.. |
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