Fue la mafia
Por Eduardo Martínez Benavente
No me cabe la menor duda que los operadores del gobierno de Enrique Peña Nieto fueron los que urdieron el golpe que sacó del aire a una de las voces más críticas y con mayor credibilidad de los medios masivos de comunicación en el país. Una voz incómoda e incriminatoria que en muchas ocasiones puso en jaque a los gobernantes exhibiendo sus corruptelas y que se confabularon hasta hacerla desaparecer. Carmen Artistegui, Proceso, Reforma y el diario digital Sinembargo, entre otros, le han inferido más daño a la figura presidencial que todos los partidos y diputados de oposición juntos, a tal grado que se han convertido en el principal contrapeso del poder en México. La pérdida de la conductora de MVS Radio es enorme y lamentable para la mayoría de los mexicanos. Difícilmente la volveremos a escuchar en los noticieros radiofónicos de más resonancia en el territorio nacional. Impensable que vuelva a tener la libertad de un espacio propio con esa cobertura pues a ninguno de los grandes concesionarios les conviene confrontarse con el presidente. Los intereses que tienen que proteger y la publicidad que emana del erario son asuntos prioritarios para ellos. Su ausencia nos ha dejado una sensación de orfandad, enojo e indignación.
Carmen Aristegui puede convertirse en un ícono de la libertad de expresión capaz de convocar a millones de mexicanos si no se equivoca en las estrategias que está implementando. Creo que rechazará cualquier invitación que le hagan los partidos para participar como candidata a un puesto de elección popular. Su capital político y valores no puede arriesgarlos en mezquindades y una mujer inteligente y astuta como ella no caería en esas tentaciones. Creo que tampoco aceptaría presentarse en los espacios que varias universidades o radiodifusoras le han ofrecido. Son muy pequeños para su tamaño. El castigo que sufrió la periodista es comparable al que padeció don Julio Scherer cuando lo eliminaron de la dirección de Excélsior durante el sexenio de Luis Echeverría. En aquella ocasión como en esta quisieron reducir el conflicto a una diferencia laboral entre particulares.
Si todo esto se resumiera a un simple pleito entre la empresa y la periodista como nos lo han querido hacer creer, en el que el único objetivo fuera el de dar por terminada la relación laboral con la insubordinada, estoy seguro que el gobierno de Peña Nieto le habría ordenado a los concesionarios de MVS que ni se les ocurriera despedirla pues con esa acción desatarían a los demonios; y propios y extraños le echarían la culpa al gobierno. No calcularon bien el costo político que conllevaría el despido de Aristegui ni la respuesta nacional e internacional -nunca antes vista en México- que ha surgido en apoyo de la periodista. El caso ha polarizado a los mexicanos que desde las redes sociales y cientos de notas periodísticas y columnas se han pronunciado a favor o en contra de la señora. Creo que la sola presencia de Carmen Aristegui en cualquier foro o manifestación tendrá una concurrencia e interés inusitados, siempre y cuando sea muy selectiva con las invitaciones y no se desgaste. El único compromiso que la conductora de radio y televisión ha asumido es el de seguir dando la batalla por la libertad de expresión acudiendo a las instancias judiciales.
El gobierno debió sopesar el valor que significa para muchos ciudadanos el simple hecho de escuchar a Aristegui como una vía de reducción de tensiones o válvula de escape a sus inconformidades antes de ordenar su cese. El último esfuerzo por regresar a la empresa con su equipo, sin más ni menos de lo que contaba antes de ser despedida, resultó infructuoso. La suerte estaba echada. Las limitaciones que los directivos de MVS le querían imponer eran humillantes e inaceptables. Prefirieron acabar con el noticiero de más difusión e influencia del país que reinstalar a la también conductora de CNN en Español; y para que no nos quede la menor duda sobre la autoría del gobierno de Peña Nieto en este atraco es indispensable reproducir algunos comentarios del reconocido periodista Alvaro Delgado de la revista Proceso, quien asegura que «pocos se enteraron porque Carmen Aristegui no lo denunció, pero la investigación de su equipo sobre la Casa Blanca de Angélica Rivera y Enrique Peña Nieto no se difundió nunca en MVS por una razón de poder: Por censura directa de los dueños de la empresa, sometidos por la Presidencia de la República. Alejandro Vargas, presidente de MVS Radio, advirtió a Aristegui que si difundía el reportaje de su unidad de investigación, coordinada por Daniel Lizárraga, serían despedidos ella y todo su equipo. Por eso, el domingo 9 de noviembre sólo se publicó en la página de Internet de Aristegui Noticias y en la revista Proceso. El lunes 10, en la Primera Emisión de MVS Noticias, Aristegui habló de la investigación subrayando que se dio a conocer en esos medios, y así lo discutió su mesa de análisis, pero no la transmitió íntegra, ni siquiera fragmentos e ignoraron el tema, lo mismo que los conductores Luis Cárdenas y Ezra Shabot, que sólo reprodujeron posteriormente las reacciones oficiales».
Muchos potosinos recordamos a Carmen con especial afecto por su participación en el foro con el que se conmemoró hace menos de un año el centenario del nacimiento del doctor Salvador Nava. Diversos asuntos de interés local han alcanzado dimensión nacional gracias a la atención que les ha prestado, como es la destrucción de Cerro San Pedro por la Minera San Xavier; la desproporcionada multa e inhabilitación del ex gobernador Marcelo de los Santos impuestas por la Contraloría General del gobierno estatal; el injusto encarcelamiento de la ex vocera del gobierno panista, María Luisa Paulín, la riña en la cárcel de La Pila que registró 13 muertos y 65 heridos ocurrida hace menos de dos años; los abusos sexuales a menores cometidos por el padre Córdoba y el encubrimiento de sus superiores, entre otros acontecimientos que son de nuestro interés.