El desquite de Peña
Por Eduardo Martínez Benavente
Qué no daría un buen periodista por entrevistar en exclusiva y en su propia madriguera a El Chapo Guzmán, permitiéndole al entrevistador tomarle una fotografía en la que apareciera a su lado estrechándole la mano para demostrar al mundo la autenticidad del encuentro y la osadía de haber incursionado en un territorio especialmente peligroso y en un momento en el que lo más selecto de las fuerzas armadas del país y la tecnología americana lo perseguían sin tregua, ofreciéndole al denunciante que los llevara a su captura decenas de millones de pesos. Sus invitados tuvieron la oportunidad de delatarlo y cobrar la cuantiosa recompensa, y no lo hicieron. Creo que su detención poco tuvo que ver con esta cita. Me quedo con la versión, de que si bien es cierto que los cuerpos de seguridad andaban cerca de su objetivo, su aprehensión se debió más a la llamada anónima y ocasional de un vecino que advirtió «movimientos inusuales» en su entorno y que les permitió incursionar en el sitio debido.
Independientemente de que la entrevista o cuestionario puede carecer de profesionalismo porque quedaron muchas preguntas por hacer, en ninguna se profundizó y otras más resultaron banales e inadecuadas; el mérito periodístico es envidiable aunque no haya nada extraordinario que destacar. Es El Chapo tan elemental y falto de ideas y con una enorme dificultad para expresarse que durante la entrevista parecía estar sentado en el banquillo de los acusados atendiendo el interrogatorio de un severo agente del ministerio público, y con la advertencia, por parte de su abogado, de no ampliar ninguna de sus respuestas y contestar lo más escueto que le fuera posible. Los incidentes del encuentro que según el gobierno de Peña Nieto le dieron la pista para ubicarlo le han servido a su administración como distractor de los verdaderos problemas que aquejan a los mexicanos, como es la violencia incontrolable que está ocurriendo en varias zonas del país y la debacle económica con todas las consecuencias presupuestales que tendrá la caída del precio del petróleo a menos de 20 dólares el barril y la devaluación de nuestra moneda que podría alcanzar los 20 pesos o más por billete verde antes de que concluya el primer semestre.
Tenemos que reconocer que el inesperado encuentro se dio gracias a las habilidades y encantos de la actriz Kate del Castillo que le permitió al premio Oscar, Sean Penn, acompañarla y dirigir las preguntas en un contexto que nos confirma que los gringos nunca le van a encontrar la cuadratura a los mexicanos. Es tan intenso el control mediático que ejerce el gobierno de Peña Nieto que hasta la esperada visita del Papa a México ha dejado de tener relevancia. Todos sus esfuerzos están concentrados en capitalizar la captura de El Chato y en exhibir la relación de Kate del Castillo con el narco. Estoy consciente que la insistencia y duración del tema que nos han impuesto nos obliga, aunque nos resistamos a participar en su juego, a revisar algunos aspectos que no han sido suficientemente analizados. Creo que la mayoría de los mexicanos lamenta o por lo menos siente cierta reticencia por la captura del sinaloense. Sus fugas, poder y riqueza han deslumbrado a millones de compatriotas que celebran la manera como Guzmán Loera ha vencido en dos ocasiones al gobierno federal escapándose de recintos de máxima seguridad y exhibiendo la ineptitud y corrupción de las autoridades. El daño que le ha provocado a la figura presidencial es inmensurable y ni con su captura podrá recuperarse, por más que ha querido exhibir a su presa y mostrar en fotografías el estado de estupefacción reflejado en su rostro. Creo que si se hiciera una medición objetiva del número de simpatizantes y antagonistas con las que cuenta el narcotraficante, no dudo que ganaría la primera opción, pues poco se ha difundido de los delitos cometidos por el cartel del extraditable que, sin duda alguna, acrecentarían el odium plebis que merece.
La campaña de linchamiento que se ha desatado en contra de Kate del Castillo, quien se ha distinguido por sus críticas en contra del presidente Peña Nieto y su esposa, creando una enorme polémica al haber declarado su abierta admiración por Guzmán Loera, es inaceptable y atenta contra sus derechos humanos. La reacción en contra de la Reina del Sur parece más una vendetta visceral orquestada desde la presidencia de la República que una investigación seria de su relación con el criminal. Desde mi punto de vista creo que no se le puede acusar de encubrimiento porque no favoreció su ocultamiento, ni de obstrucción de la justicia, ni de haber hecho apología del delincuente, pues esta conducta se habría tipificado si lo hubiera provocado públicamente a cometer un delito. Aunque su situación sería sumamente grave si se le prueba que recibió dinero de El Chapo a cuenta de la película biográfica que parece haber sido el motivo principal del encuentro. De cualquier manera le han dado una dimensión excepcional a la señora que si antes de este incidente cobraba unos cuantos cientos de miles de dólares por protagonizar un papel estelar en una película; en lo sucesivo sus actuaciones se cotizarán en millones de dólares, pues ya todo mundo la conoce.
La detención del capo debía generar la apertura inmediata de cientos de causas penales de todas las personas que han hecho negocios con él o que lo han protegido. Pero si en ninguna de las otras dos ocasiones en que se le ha capturado han atacado el corazón de la delincuencia organizada, en esta tampoco podemos esperar que hagan algo. Por eso no me extrañó que lo hayan dejado vivo cuando a nadie nos habría sorprendido que hubiera caído abatido en la refriega o en la huída, y que después, simplemente, exhibieran su cadáver deshecho a tiros, aunque creo que le habría convenido terminar así sus días que padecer el resto de su vida las atrocidades y ensañamiento que le esperan en esa celda vigilada y aislada las 24 horas del día en que se encuentra.