Los resabios de un insulto
Por Eduardo Martínez Benavente
Recuerdo que durante la administración del ex gobernador Fernando Toranzo se adquirió, sin haberse licitado, un sofisticado y caro equipo de intervención telefónica a un proveedor ajeno a esta actividad cuyas características fueron dadas a conocer en su momento y que sólo podía utilizarse mediante mandato judicial para investigar asuntos relevantes del crimen organizado, como aquellos vinculados con el narcomenudeo y secuestro. Desde entonces debió quedar bajo el resguardo de la Procuraduría General de Justicia. La adquisición del aparato venía envuelta en un velo de presumible corrupción que nunca fue investigada, no obstante que se trataba de un activo que se pagó con recursos federales.
Es tan fácil y barato hacerse de un equipo para escuchar llamadas que no creo que el aparato que sirvió como herramienta para infiltrarse en las conversaciones del secretario de Finanzas, José Luis Ugalde Montes, con el director de un medio de comunicación de la huasteca potosina, a principios del 2015, cuando fungía como responsable de los ingresos y egresos del candidato del PRI a la gubernatura del Estado, haya sido el mismo que el que ahora no se atreven a exhibir los funcionarios del área de seguridad estatal. En el internet se ofrecen estos dispositivos entre 5 y 300 mil pesos, dependiendo del tipo de equipo que se pretende instalar. El ocultamiento del interceptor y las contradicciones y mentiras en que han incurrido los representantes del gobierno del estado han prorrogado los efectos de un escándalo político que por su levedad debía haber terminado hace más de una semana, independientemente de que el ofendido no le dio mayor importancia al agravio. Sin embargo, todos los días se suman nuevos elementos que hacen difícil de olvidar la filtración, pero que han servido como distractor de los verdaderos problemas que aquejan a la entidad, como es la preocupación social por el incremento en el número de ejecuciones que han venido ocurriendo.
Creo que alguien próximo a Ugalde fue el que grabó la conversación para más tarde sacarle provecho o cobrarle una cuenta pendiente; pues si se tratara de un complot diseñado especialmente para espiarlo, el operador debía haber estado todo el tiempo escuchando y seleccionando las llamadas hasta obtener la información que realmente lo comprometiera. No podemos olvidar que el ahora responsable de las finanzas públicas del estado, al iniciarse esta administración, exhibió públicamente al ex gobernador Fernando Toranzo como un deudor contumaz e irresponsable que le sumó más de 6 mil millones de pesos a los pasivos que tanto le criticó a Marcelo de los Santos. En un principio estimé que esta denuncia respondía a un rompimiento o por lo menos a un deslinde con el gobierno anterior, pero no, la actitud protectora de Juan Manuel Carreras me indicó que estaba equivocado al asegurar que la deuda era»manejable». Desde entonces no se ha vuelto a tocar el tema de los descomunales pasivos que heredaron y el secretario, que no puede ni quejarse de esta situación, quedó expuesto a toda clase de represalias. Me aseguran que su relación con la mayoría de los propietarios de los medios de comunicación no es la mejor en este momento, pues no han podido negociar los contratos de prestación de servicios que cada año celebran con el gobierno del estado para darle cobertura noticiosa a sus eventos y reducir o desaparecer las críticas.
No me queda claro si el contador Ugalde se adelantó a que un tercero diera a conocer la conversación en las redes sociales y para eso convocó a una rueda de prensa en la que difundió el audio y denunció que fue dolosamente editado. En todo caso, por los asuntos que manejó durante la contienda electoral parece que no hay más grabaciones, pues si existieran, seguramente habríamos conocido la identidad de los principales cooperadores y el monto real de los recursos que se aportaron. Creo que también habría quedado constancia de los apoyos gubernamentales que ilegalmente recibió el candidato. Los topes autorizados por el Consejo Estatal Electoral para la elección gubernamental fueron rebasados sin ningún recato por Carreras, quien declaró 13 millones 868 mil pesos de aportaciones y otro tanto de gastos o egresos; y los auditores del Instituto Nacional Electoral aceptaron sin cuestionamientos sus cifras y no hicieron nada para sancionar a los delincuentes electorales. Ante tal impunidad, Juan Manuel Carreras no le dio ninguna importancia a la advertencia de su tesorero en el sentido de que las miles de camisetas que se repartieron en un evento deportivo en el estadio Alfonso Lastras, con el logotipo del Club Atlético San Luis y su nombre podían ser motivo para cancelar su registro, pues está especialmente prohibido en la Ley Electoral que las personas morales contribuyan a los gastos de campaña, señalándose penas severísimas a los infractores y al candidato beneficiario.
No me cabe la menor duda que la persona que filtró la llamada lo hizo con el propósito de enemistarlo con su jefe para que lo cesara. Sin embargo, no consideró que el carácter apacible y cerebral del gobernador, ajeno a la promoción de conflictos, evitaría el rompimiento. Es obvio que la relación con su empleado quedó definitivamente dañada, por más útil que pueda resultarle en el puesto que desempeña, como lo demostró con la reestructuración de la deuda bancaria que negoció, en la que, en el caso de Santander, logró un ahorro en Flujo de 388 millones de pesos para la presente administración y de 291 millones para el próximo sexenio; y en el crédito de Banorte consiguió un ahorro en Flujo de 576 millones para este sexenio y 630 millones para el siguiente. Lo que se puede corroborar en el informe que rindió al Congreso del Estado, el pasado 28 de diciembre. Independientemente de haber logrado que los diputados aprobaran por unanimidad los presupuestos de ingresos y egresos del 2016.
Es muy incómodo querer aparentar que no pasó nada, por más que los dos jueguen a los desentendidos, pues cada vez que el contador se presente ante su jefe, le vendrá a éste a la cabeza los adjetivos calificativos que le endilgó y la manera como lo festejó con su interlocutor. Aunque creo que los ofensores se equivocaron porque el término correcto para calificar a una persona que no tiene arrojo ni carácter para tomar decisiones difíciles es acusarlo de pusilánime, anodino o negligente, pero no de pendejo, raro o ingenuo; y menos de crecido.