Se fue sin pagar

Por EDUARDO MARTÍNEZ BENAVENTE

El dueño del equipo de futbol, Carlos Hugo López Chargoy, se fue sin pagar y abandonó la plaza con todo y los Reales de San Luis. Le debe al Ayuntamiento, a sus ex empleados, a proveedores y sobre todo a la afición potosina. El desempeño del equipo fue desastroso, ocupó el sitio número 16, entre 18, en la tabla de posiciones del grupo uno, Para llenar este vacío, el propietario del estadio Alfonso Lastras adquirió la franquicia del Veracruz, un equipo de la Liga de Ascenso -de segundo nivel- con el que pretende hacer creer que la entidad cuenta con un nuevo equipo que está en condiciones de subir a la máxima división para que de esta manera siga usufructuando apoyos económicos y subsidios y evitar así el deterioro de su inmueble.

Ganará Jacobo Payán, pues no importa que el equipo opere con números rojos, su beneficio está “en los favores y relaciones que de otra manera no se lograrían”, como lo reconocía en aquella entrevista que le publicó la revista Proceso en su edición del 30 de enero de 1995, cuando era el propietario de los Auriazules del San Luís, independientemente de que las pérdidas que arroje el equipo las podrá absorber cualquiera de sus otras empresas que registre utilidades. Su incursión en el futbol no viene aparejada con una intención desinteresada de generosidad para con los aficionados a este deporte. Es un negocio, y como tal debe ser tratado; por lo que no se justifica que el alcalde Mario García Valdez anuncie un nuevo contrato de comodato para que la empresa de Payán se beneficie y utilice gratuitamente las instalaciones municipales del centro de entrenamiento que se encuentran ubicadas en el Parque Recreativo del Camino a la Presa de San José.

El Ayuntamiento debe promover y apoyar económicamente al deporte amateur, no al profesional. Es una vergüenza que durante el primer trimestre del 2013 sólo se haya destinado a la “promoción deportiva y cultural”, la suma de 868 mil pesos, como consta en el informe presupuestal correspondiente al primer trimestre del ejercicio 2013, en el que ni siquiera se especifica cuánto de ese raquítico egreso correspondió al deporte y cuánto a actividades culturales. En cambio, a “publicidad y difusión”, -principalmente de la imagen del alcalde- se le dedicó en ese mismo trimestre la cantidad de 3 millones 88 mil pesos. Esto es un indicador de la desatención que sufren los niños y jóvenes de la ciudad, cuyas consecuencias estamos lamentando.

El  crédito fiscal que le observó el ex tesorero municipal al Club San Luis por 300 mil pesos, por concepto del Impuesto sobre Espectáculos Públicos, debe revisarse porque esa cantidad no corresponde al historial de eventos y número de asistentes que se han registrado en ese estadio. El Ayuntamiento tiene la obligación de cobrar el 4% sobre las entradas al estadio de futbol. La empresa propietaria del Club no tiene derecho a subsidios ni descuentos; la ley no lo prevé, ni puede liquidar sus pendientes fiscales con el mobiliario viejo y usado que le ofrece en pago. Ni tampoco es función del municipio buscarle un comprador que se interese en adquirir esos cachivaches. No se justifica que el Presidente Municipal haya autorizado que una parte de los adeudos fiscales se cubriera con el importe de los boletos de futbol que le enjaretó el Club y que se estuvieron regalando durante la campaña de pago del impuesto predial.

Existen antecedentes que justifican esta observación, pues durante la administración de Jorge Lozano Armengol se obtuvo información documental en la que constaba que sólo en tres partidos celebrados en el estadio Alfonso Lastras, en el mes de marzo de 2007, se habían recaudado $271,124.50 por concepto del Impuesto sobre Espectáculos Públicos. Al peticionario de esta información se le entregó también un oficio en el que se presume un cuantioso fraude fiscal, pues en el mismo mes, pero en el 2008, también en tres partidos, con el estadio lleno, sólo habían ingresado a las arcas municipales $30,162.28. Como era de esperarse, la pusilánime administración panista no hizo nada para cobrar las contribuciones evadidas y aceptó sin chistar la declaración de ingresos que la directiva del Club le presentó, no obstante que tenían o debían tener un inspector que vigilara los ingresos de las taquillas y retuviera de inmediato el impuesto.

Entonces el equipo era propiedad de una empresa de Emilio Azcárraga, aquel que amenazó al gobernador Marcelo de los Santos con llevárselo a otra plaza si no lo apoyaba con más dinero exigiéndole una colaboración extraordinaria de 25 millones de pesos para cubrir supuestos pasivos que habían quedado de la temporada del 2007, pues de lo contrario la afición potosina se quedaría sin sus “Gladiadores”. Le advirtió que otros gobernadores más generosos se lo estaban solicitando para sus entidades. Un testigo presencial de los hechos asegura que fue tal su disgusto por la exigencia gansteril del magnate que en un principio se resistió a que lo siguiera extorsionando, y molesto le replicó que podía llevárselo. Más tarde recapacitó, midió las consecuencias, cedió y negoció con el dueño de Televisa. El equipo no se iba. Sabía lo que representaba dejar sin fútbol de primera división a miles de apasionados seguidores; calculó lo inoportuno de la medida en un año electoral y le ordenó al responsable de las finanzas públicas que le entregara el dinero.

El Interapas debe hacer efectiva la multa por la toma clandestina de agua potable que le detectó; y el gobierno estatal debe cobrarle el Impuesto sobre Remuneraciones que seguramente adeuda, calculando los ingresos reales que recibieron los directivos y jugadores. Los acreedores fiscales deben tomar las previsiones necesarias para garantizar sus adeudos embargándole la franquicia futbolera y otros activos, antes de que los ex empleados y proveedores se les adelanten.

Ahora nos queda claro que el gobernador y el alcalde nos mintieron, cuando a través de boletines de prensa y publicidad en radio y televisión anunciaron que gracias a sus gestiones el equipo se quedaba en casa pues habían conseguido apoyos financieros de un grupo de empresarios. Era su apuesta para preservar el equipo y la perdieron.

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