Sonia… ¿Gobernadora?
Por Eduardo Martínez Benavente
Es incuestionable la exitosa carrera política de la senadora con licencia Sonia Mendoza Díaz. No podemos menospreciarla, no obstante que muchos potosinos no la conocen y otros difícilmente podrían superar el complejo cultural de que una mujer los gobierne. Tendría que ser excepcionalmente inteligente, preparada y hábil para aceptarla; y la señora candidata no reúne estos requisitos, aunque lo anterior no debe preocuparle mayor cosa porque el candidato del PRI tampoco es un dechado de virtudes políticas y simpatías personales. Y para su buena suerte, la participación de Fernando Pérez Espinosa, como «candidato de las izquierdas» le garantiza que un buen número de votos priistas se desviaran a esta opción.
La panista sólo ha cosechado victorias electorales. Lleva cinco con las internas, o seis si no prospera la impugnación que presentó su último contendiente. No conoce la derrota en las urnas. Ha recorrido varias veces el estado y debe estar bien informada de sus carencias y problemas. El primer cargo de elección popular que ocupó fue como síndico en la planilla que ganó la elección municipal del Ayuntamiento de Matehuala (1995-1997), su lugar de origen, en el que nació hace exactamente 46 años; después la inscribieron en un lugar preferente en la lista de diputados locales plurinominales que le permitió llegar a LXVIII Legislatura (2006- 2009), en la que pasó desapercibida aprobando irresponsablemente las iniciativas y cuentas del ex gobernador Marcelo de los Santos; más adelante contendió y ganó una curul como diputada federal de mayoría relativa por el Distrito I (2009-2012), en la que transitó de puntitas. En el 2012 nos sorprendió a todos cuando ganó la primera posición como senadora de mayoría. Se trataba de una elección que comprendía todo el territorio del estado, y en la que derrotó a los priistas Teófilo Torres Corzo y Victoria Labastida, con un marcador de 362,864 contra 310,149 votos. Su triunfo le permitió a Octavio Pedroza ocupar un sitio dentro de las 32 primeras minorías y al ex gobernador interino lo relegó a una de las 32 plurinominales, las de consolación. No se le conoce empresa o negocio alguno en el que haya participado ni despacho en el que haya laborado. Estoy investigando el testimonio de un abogado de mi confianza que me asegura que durante la administración de Horacio Sánchez Unzueta fue cesada como secretaria de estudio y cuenta de la Mesa Penal del Juzgado Mixto de Matehuala, junto con otros funcionarios, cuando se advirtió que había un faltante en las fianzas que se depositaban en esa oficina. No sabemos su grado de participación o si se trata de uno más de los exabruptos del ex gobernador. La candidata está plenamente identificada con el grupo creado y dirigido por el diputado local Juan Pablo Escobar Martínez, su coordinador de campaña, quien mandaría en el estado si su producto alcanza la gubernatura.
La matehualense destaca principalmente por los envidiables resultados electorales que ha obtenido en las dos últimas décadas, pues sus alcances como legisladora y gestora son pobres y limitados. He estado revisando sus iniciativas y he escuchado sus entrevistas e intervenciones y no hay nada importante por comentar. Frases hechas y lugares comunes de una imparable conversadora, lista y avispada. Es una de los senadores del montón, de los que el país podría prescindir y no se notaría. Como son casi todos los legisladores a los que de vez en cuando se les permite subir a la tribuna a leer una iniciativa o proponer algún punto de acuerdo elaborado por los asesores de su fracción que presumen como propia. Es de las legisladoras que obedecen sin cuestionar las instrucciones del coordinador de su bancada para votar en tal o cual sentido. No hay antecedentes de que haya debatido algún tema de importancia en la máxima tribuna del país. El Senado es el paraíso terrenal de los políticos. El sueldo y demás beneficios que reciben anualmente por diversos conceptos se calculan en más de 3 millones de pesos. Si pierde, se regresa al edén.
La elección interna del PAN para elegir candidato a la gubernatura del estado debe repetirse, porque dentro de las causales de nulidad de una elección que señalan los artículos 71 y 72 de la Ley de Justicia Electoral, que en este caso se aplican supletoriamente, está la existencia de irregularidades graves, plenamente acreditadas y no reparables, como las que ocurrieron durante la jornada electoral de hace ocho días, al anularse 1,709 votos de los 7,334 que se depositaron en las urnas. En el mejor de los casos, si no se quiere reconocer que hubo fraude, la falta de capacitación de los electores y los errores en que incurrieron al no haber marcado todas las combinaciones en las que aparecía el candidato de sus preferencias pone en duda la certeza de la votación y el resultado de la misma; independientemente de los demás vicios e irregularidades que señala Alejandro Zapata Perogordo. Si la señora Mendoza Díaz fuera una persona con principios y valores éticos y morales no aceptaría el resultado y solicitaría la reposición del proceso electoral porque sabe muy bien que los votos nulos fueron determinantes en el resultado de la votación. Es atípico que Zapata Perogordo haya obtenido en la primera votación 3,158 votos contra 3,266 de Sonia; y en la segunda vuelta, que se realizó inmediatamente después de la primera, haya sumado 2,560 votos contra 3,065 de su adversaria. Es inaceptable que 598 simpatizantes le hayan dado la espalda en menos de un minuto, mientras que a Sonia sólo 93 no la ratificaron como la opción preferente. Todo indica que Alejandro Zapata apechugará la resolución que pronuncie la instancia interna de su partido, la que seguramente confirmará el resultado de la elección y no recurrirá a los tribunales electorales para que se haga justicia. Es increíble que Zapata después de 30 años de perseguir «mapaches electorales» no le haya cuidado las uñas al trapacero mayor de su partido, Héctor Mendizábal, pues el fraude que le cometió fue de lo más elemental: anularle cientos de votos emitidos a su favor abriendo o violentando las urnas mientras eran transportadas por gente de su confianza a su destino final.