El Tornillín Amarillo
Por Eduardo Martínez Benavente
Puede ser toda una sorpresa el resultado electoral que alcance el carismático, atrabancado, popular y simplón candidato del PRD, PT y Conciencia Popular al gobierno del estado, Fernando Pérez Espinosa, si logra fracturar al PRI y sumar a su causa a un buen número de electores abstencionistas que en esta ocasión salgan a votar por él. Es un error menospreciar a este personaje de pocas luces y corto de entendederas quien parece pasar por una crisis existencial cuando se justifica o aclara que no quiso hacerle daño a nadie con su salida de las filas del Partido Revolucionario Institucional. Es muy pronto para predecir el escenario político electoral del próximo 7 de junio y menos si se quiere tomar como parámetro las cifras que en las últimas elecciones han arrojado los partidos que lo postulan. Habría que revisar otros factores determinantes que no se dieron antes, como son la mediocridad de los contendientes -porque no hay ni a quién irle- y los recursos económicos con los que cuenta el aún diputado sin licencia, en una contienda en la que ninguno de los candidatos respetará los topes de gastos autorizados para las campañas, con excepción del abanderado de Morena.
Su participación obedece a una explosiva combinación de apetito por el poder, revancha y sobredimensión de su liderazgo. Es de advertirse que no le permitirán al ex presidente del comité directivo estatal del PRI alzarse con una posible victoria. Las deserciones e indisciplinas partidarias no las tolera el sistema. Tendría que ser un marcador tan obvio y arrollador a su favor que no les quedara más remedio que reconocer su triunfo, y además tendría que tener una base social lo suficientemente extensa, aguerrida y organizada que lo defendiera.
El gobierno del estado y su partido cuentan con una organización capaz de manipular cientos de casillas que se localizan en las zonas más deprimidas y vulnerables de la entidad, en las que a través de caciques, autoridades municipales, comisariados ejidales y maestros pueden alterar los resultados electorales utilizando las maniobras fraudulentas que durante décadas han practicado. Las más efectivas son la compra del voto, la coacción del elector y la designación o suplantación de funcionarios electorales y representantes de los partidos que respondan a sus intereses. De estas urnas salen los votos para los partidos de «oposición» que en una elección limpia no alcanzarían el 3% de los sufragios, y que mediante esta maniobra el PRI se los completa para que no pierdan el registro, siempre y cuando se comprometan a reconocer los números oficiales y le levanten la mano a su candidato. En una entidad tan pobre, sin participación ciudadana, decepcionada, temerosa e ignorante como la nuestra no puede haber democracia. Bajo estas condiciones, la única vía para que la candidata del PAN puede alzarse con la victoria es mediante un arreglo político. La entidad es una plaza negociable y a muy pocos les importaría sacrificar al representante del PRI. Aunque esto no quiere decir que le vayan a ceder gratuitamente la gubernatura. Los priistas se tendrían que abstener de utilizar el aparato de estado para aplastar a sus contendientes y amarrar a la mapachería.
En unos cuantos días más podremos constatar si la clase alta y media alta de la sociedad potosina, con la que se identifica plenamente el «candidato de las izquierdas», lo apoya y asiste a sus eventos. Creo que a muchos de ellos se les secaría la mano si cruzan en la boleta electoral el emblema de cualquiera de los partidos que lo postulan, que sin importar ideologías ni antecedentes políticos se han aliado en una aventura que les puede ser redituable para incrementar sus beneficios. En San Luis Potosí, el «fin de las ideologías» a que se refiere la tesis del sociólogo y profesor emérito de la Universidad de Harvard, Daniel Bell, es toda una realidad. Para muchos electores de los grupos sociales privilegiados de la entidad votar por el PRD es un acto aberrante y contra natura. Así de profundos son sus prejuicios. No sabemos qué tan concurridos vayan a ser sus eventos proselitistas, pero lo que si advertimos es que si desde un principio no son multitudinarios sus simpatizantes y el candidato caerán en el derrotismo. El comerciante de artículos eléctricos y servicios funerarios pronto sabrá lo que es lidiar con una prensa mayoritariamente hostil.
La influencia de los Gallardo sigue vigente en Soledad, con las relaciones y amarres necesarios para convocar a cientos de burócratas con sus familias y beneficiarios de los programas asistenciales que podrían llenar plazas y auditorios, a menos que en el paquete de negociaciones que seguramente celebraron con la PGR para que al ex presidente municipal no se le dictaran otro auto de formal prisión por delincuencia organizada, se les haya ordenado retirarse de cualquier actividad política. Sin embargo, el viernes pasado el candidato conocido como el «Calolo» empezó mal y demostró debilidad cuando sólo lo acompañaron unos 350 simpatizantes y familiares a las oficinas del Consejo Estatal Electoral a registrar su candidatura. No dudo que muchos de sus amigos y conocidos le van a dar la espalda, entre ellos, la gran mayoría de los 1,500 invitados que según las crónicas sociales asistieron a su último cumpleaños. A éstos no les conviene identificarse con un candidato repudiado por el sistema. Sus intereses económicos no se los permite. Los favores y gracias que le solicitan al gobernador del estado en turno, que van desde la solución de un problema de barandilla, la cancelación de una multa y la posibilidad de concertar a través de esa relación un buen negocio, les impide alinearse públicamente con un candidato apestado. Estoy seguro que la mayoría de sus amigos de ese nivel socioeconómico se alejarán de él y más si las encuestas serias no lo colocan desde un principio al parejo de los candidatos punteros. Es difícil revertir las preferencias electorales en 90 días de campaña, y menos con candidatos que como lo han anunciado, no se van a cuestionar ni causarán polémica.