Los punteros

Por Eduardo Martínez Benavente
Es muy frecuente entre los que desempeñan un papel en la política, ya sea como funcionarios, candidatos o periodistas, que pierdan el piso y crean que el resto de los mortales están sintonizados en la misma frecuencia que ellos y, por lo tanto, interesados en conocer y analizar todos los pormenores de las críticas y descalificaciones que intercambian. Si los candidatos al gobierno del estado supieran que solo unas cuantas personas son las que atienden y entienden estos asuntos respirarían a todo pulmón y dejarían de preocuparse. Esta semana me di a la tarea de preguntarle a 49 personas de diferentes estratos sociales que tuve la oportunidad de tratar si se habían enterado del contenido del video que fue difundido a través de la página web de La Jornada San Luis y comentado en varias notas periodísticas y redes sociales, en el que el marido y suegros de la ahora candidata del PAN, Sonia Mendoza, la acusaban de violencia intrafamiliar por haber allanado su domicilio en estado inconveniente y haberlos agredido, advirtiéndonos que la entonces diputada federal era un verdadero peligro, pues «así como anda», si llega al poder sería capaz de ordenar una matanza.
Sólo 11 de los 49 encuestados conocían el caso y ninguno recordaba alguna propuesta o compromiso concreto de los candidatos. Por supuesto que este sondeo no es ninguna muestra que pueda considerarse suficiente para marcar una tendencia, pero sí nos puede dar una idea del desinterés y hastío de la sociedad a lo que dicen o hacen los actores políticos. Es tan poca la información que permea a otros sectores de la población que no están atentos a estos asuntos que se requeriría de una amplia y machacona difusión en los medios de comunicación para que pudieran enterarse de lo que está sucediendo. Sus preocupaciones son muy diferentes, principalmente económicas y familiares, como la de estirar su raquítico ingreso para poder librar la quincena. Me gustaría que los lectores de esta columna realizaran un ejercicio similar al que comento para que se cercioren del distanciamiento que existe entre la población y la clase política.
El video que difunde ahora la candidata del PAN con declaraciones de amor conyugal y de concordia con sus suegros para contrarrestar el anterior no es convincente. Cualquiera puede percibir que es actuado y negociado. Sus parientes políticos en ningún momento desmienten la bochornosa denuncia que presentaron ante un noticiero de televisión por cable del altiplano hace cuatro años. Es vana y pueril la réplica con la que la panista pretende mantener oculto su paso por el Poder Judicial: «ya no voy a declarar, me da flojera eso». La senadora con licencia debe entender que estos señalamientos la perseguirán hasta el último día de su mandato, si es que por algún azar del destino alcanza la gubernatura; aunque me queda claro que el PRI, por las buenas o las malas impondrá a su candidato. Es más, por razones de estado no le permitirán que suceda a Toranzo.
Sonia Mendoza deplora los «ataques al respeto a la vida privada», y dramática e indignada alega que se trata de una campaña negra promovida por el PRI. La señora no entiende en dónde empieza la tenue línea que separa la vida privada de la pública de los funcionarios y candidatos a puestos de elección popular. Es cierto que los conflictos personales o familiares caen dentro de la esfera de la privacidad y la secrecía mientras que una de las partes no los hace públicos, pero nunca en este caso, en el que la agresora era una diputada federal que allanó un domicilio y lastimó a sus ocupantes y que ahora pretende gobernarnos. Los ciudadanos tenemos el derecho de conocer la conducta y antecedentes de los gobernantes para no ser engañados, así como verificar que reúnen los requisitos legales y morales para ocupar el cargo.
No quiero concluir este trabajo sin antes comentar el incidente en el que se vio envuelto el candidato del PRI, Juan Manuel Carreras, el pasado 6 de abril, en la localidad de San Pedro de las Anonas, municipio de Aquismón. En ese evento proselitista, el único que ha tenido cobertura nacional, exhibió su falta de agilidad mental al permitir que el orador, Azael Regalado, se pitorreara de él comparándolo con Nelson Mandela. También se dejó manipular por este charlatán cuando les pidió a los asistentes que levantaran la mano por arriba de la cabeza para recibir su bendición. El candidato no pudo evitar hacer el ridículo y lo obedeció. Es muy probable que haya creído que se trataba de un pastor evangélico, o que éste se haya presentado como tal. Carreras debió haber mostrado, por lo menos, un gesto de disgusto ante los inaceptables elogios que le dirigió y abstenerse de alzar la mano. En el directorio de ministros de culto de la Dirección General de Asociaciones Religiosas de la Secretaría de Gobernación, que cualquiera puede consultar, aparecen 71,485 ministros registrados hasta esta fecha, 32 con el nombre de Azael, pero ninguno se apellida Regalado. El apellido Regalado aparece en 31 ocasiones, pero ninguno con el nombre de Azael.
Hace unos días recordábamos un grupo de navistas la participación que tuvo Juan Manuel Carreras en el proyecto reeleccionista del ex gobernador interino, Gonzalo Martínez Corbalá, al que se sumó con todo entusiasmo. Se trataba de un ejercicio para medir la reacción nacional de otro intento reeleccionista, el del ex presidente Carlos Salinas que quería hacer lo mismo. Repasamos su paso como secretario de Planeación y Presupuesto de ese gobierno y su estrecho vínculo con los alcaldes que servirían más tarde para impulsar la campaña de su jefe. Desde aquí le preguntamos al ahora candidato del PRI a la gubernatura: ¿qué tanto tuvo que ver con los irresponsables préstamos que se les otorgaron a los presidentes municipales y que arbitraria e ilegalmente les fueron perdonados? Son los empréstitos con los que se inició la escalada de la deuda pública estatal, como en su momento lo denunció el ex gobernador Horacio Sánchez Unzueta.

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