Sin pesos ni contrapesos

Por Eduardo Martínez Benavente
El desplegado que publicó el pasado martesel alcalde Ricardo Gallardo Juárez, y que suscribieron todos los integrantes del Cabildo, marca un salto preocupante en el carácter autoritario que está imponiendo el edil a su administración; pues pasó de un padre amoroso y preocupado que trata de ganar simpatías entre sus seguidores exhibiéndose en notas periodísticas y videos como víctima con motivo de los trámites previos a la excarcelación de su hijo, a un personaje siniestro que hace explícita su advertencia-amenaza en contra no sólo de quienes no piensen como él sino también de cualquiera que se atreva a revisar sus actos.
Si Mario García Valdez justificó su fracaso administrativo en el desorden financiero que le dejaron, Gallardo Juárez apalanca sus escasos y cuestionables resultados en que los logra a pesar de ese “quebranto financiero que nos heredaron”. Pero lo que ahora nos preocupa es que dentro del Cabildo no tiene contrapesos, pues los ocho regidores de «oposición» que firmaron ese documento plagado de mentiras y demagogia, seguramente lo hicieron por sumisión y miedo a confrontarlo. Recientemente ocurrió algo similar en el Cabildo soledense con la inadmisible propuesta de cambiar la denominación de la avenida san Pedro por la de su hijo, que también se aprobó por unanimidad y sin cuestionamientos.
El mensaje que publicó el pasado martes deja más dudas que información sobre lo que realmente ocurre con la administración municipal. Gallardo Juárez debe explicar a los contribuyentes cumplidos la confesión de su convencimiento de que “la política distributiva es dispareja, injusta e inequitativa”, lo que acredita con una medida que premia a los incumplidos y deja intocados a los grandes morosos del impuesto predial y aquellos que sin importar el número de viviendas que tengan se verán beneficiados con el perdón de los adeudos que hayan acumulado durante los ejercicios fiscales del 2011, 2012, 2013 y 2014, si pagan lo correspondiente al 2015 y 2016. Los regidores de «oposición» debieron exigirle al tesorero un informe del impacto financiero que representa esta medida, así como los nombres y montos de los principales beneficiados. No sería un disparate que un grupo de contribuyentes cumplidos se organizara e intentara una acción legal para reclamar al municipio la devolución de las contribuciones que han pagado, pues ahora son víctimas de su insensible parcialidad, disfrazada de una magnanimidad que no pasa las pruebas de la justicia y equidad, y sí en cambio lo apuntan como un político oportunista e irresponsable en busca de popularidad. Los regidores de «oposición» no han denunciado que la iniciativa que presentaron para incrementar los valores catastrales fue desechada por el Congreso del Estado, no por falta de interés de los diputados, si no porque al alcalde se le ocurrió implementar a última hora un ajuste general del 4% contraviniendo el procedimiento que marca la Ley de la materia.
Son tantas las ocasiones en que se ha intentado desalojar al comercio informal del centro de la ciudad, que resultan inoportunos los señalamientos triunfalistas a que se refiere el desplegado, porque no es lo mismo echar mano de todo el aparato de inspección y seguridad para retirar por unas horas las estructuras de los comerciantes, en un horario en el que no están presentes, a confrontarlos directamente, como hubiera ocurrido si el municipio se hubiera sostenido y no se hubiera doblado con el pretexto de la tregua navideña. Los quiero ver si el 7 de enero se atreven a retirarlos para siempre. Si el refrán dice que tolerar una injusticia es provocar otra, la tolerancia que se pactó con el comercio informal, que ha vuelto al centro, pone en duda el cacareado “firme propósito de rescatar y conservar como área protegida el primer cuadro y el centro histórico de nuestra ciudad”. Afirmar que no renunciarán a poner orden no deja de ser una promesa fallida como ocurrió hace unos días con la intentona de mover a los comerciantes de Las Vías a los terrenos de la Feria Nacional Potosina.
Resulta insuficiente la afirmación de que los propósitos para el incremento de las multas de tránsito sean reducir accidentes, disminuir la contaminación e impedir que se infrinja la ley impunemente sin aportar evidencia que lo respalde. Son 21 casos en los que las multas de tránsito para el 2016 aumentan en un promedio del 102% y que muy pronto notarán los infractores. En cuanto al número de accidentes, vale mencionar que el promedio mensual de percances automovilísticos disminuyó en la ciudad de 177 en 2012 a 160 este año, sin los desproporcionados incrementos en las multas, según cifras de la propia Dirección de Seguridad Pública Municipal reveladas vía transparencia el pasado 27 de octubre. Los problemas de contaminación no han representado un asunto preocupante a ese grado, según confirma la Secretaría de Ecología y Gestión Ambiental del Estado, que informa que en todo este año, sólo el 19 de enero se reportó un nivel superior al mínimo tolerable en la calidad del aire y sólo por dos horas, de siete a nueve de la mañana.
Llama la atención que en el desplegado se hagan alusiones oscuras sobre el conflicto que representan las empresas Vigue y Panavi, concesionarias del servicio de limpia y luminarias respectivamente, porque no las señalan por su nombre, lo que deja ver el tono general del documento, en cuyo contenido manifiesto podrían identificarse mensajes cifrados con distintos destinatarios. Antes de firmarlo, los regidores de «oposición» debieron investigar qué fue lo que negoció el alcalde con Panavi para nunca volver a tocar el tema de la rescisión del leonino contrato; por qué cesó en sus amenazas y qué beneficio personal obtuvo; así como el motivo por el que se desistió de cancelar la concesión con la empresa colectora de basura. Más que un desplegado para informar a la ciudadanía, tiene todos los elementos de una estrategia embaucadora que contradice su llamado a desterrar juegos de intereses, y apunta más a mostrar que incurren en la confusión que dicen querer evitar: sólo desde el autoritarismo se puede considerar como intimidación y amedrentamiento el ejercicio democrático de la crítica y la discusión pública de los temas que surgen desde una administración municipal.

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